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22 octubre, 2015
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Macacos curuleros

Óscar G. Chávez

L a comparecencia el martes del secretario de Cultura, Armando Herrera Silva, ante los legisladores potosinos, parece que será un indicador de la pauta que seguirán esta característica humana y ésta secretaría, si no durante el sexenio al menos el tiempo que dure esta legislatura.

No hago alusión desde luego a la intervención del funcionario, sino referencia concreta a los macacos curuleros que devengan un alto salario producto de los impuestos de los ciudadanos, y a los que no les mereció mayor interés, ni respeto, la asistencia del encargado de la política cultural del gabinete carrerista.

Es evidente que no los podemos tildar de incultos, en virtud que cualquier manifestación conductual inherente al ser humano es parte de una cultura; en este sentido podemos afirmar que cualquier parámetro desde el cual se quiera medir la cultura es relativo en absoluto. Así es entonces válido afirmar que no existen seres más cultos o incultos que otros, simplemente sus parámetros culturales son distintos entre sí.

Expuesto de una manera coloquial, encontraremos que una persona de campo dedicada por completo a las labores agrícolas o ganaderas, tendrá mucho mayor conocimiento de esas actividades que quienes se desenvuelven en el entorno urbano. No por esto desde luego aquél será más culto que éste; o el citadino estará por encima del individuo de origen campirano.

Los andamiajes culturales propios de cada individuo o colectivo, se crean y se fortalecen de acuerdo a los intereses particulares en unidad o grupales. Existen sin embargo personajes poseedores de un alto nivel de cultura general y que por lo regular destacarán aún dentro del colectivo particular del que forman parte; si buscamos ejemplos concretos pensemos en los casos del ya fallecido Carlos Monsiváis o de Juan Villoro. Ambos, personajes poseedores de una capacidad excepcional para desarrollar impresionantes disertaciones sobre cualquier tema.

Queda pues establecido, desde mi enfoque muy particular, que no es cuestión de cultura o incultura, sino de niveles de interés por lo general acordes al entorno en el que se ha formado el individuo que son los que determinarán los parámetros culturales del mismo.

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Mientras que para un secretario de Cultura, el actual desde luego –líbreseme de tener una visión casi pornográfica si evoco al anterior–, la exposición de las políticas culturales que se desarrollarán dentro de este sexenio constituye una tarea de elemental necesidad, para la mayoría de los diputados ésta será una tarea insulsa que no representa mayor aporte a los parámetros conductuales con que éstos se conducen dentro y fuera del recinto legislativo.

Ya vimos que para estos seres de entendimiento similar al de los rumiantes, tiene mayor trascendencia el encontrar respuesta a la interrogante si es correcto o incorrecto que un miembro de la bancada panista asista con cachucha o no, que las pedagógicas explicaciones que Herrera Silva pudiera aportar al tratar de ilustrarlos sobre qué es o qué no es cultura.

Que tengan un buen nivel cultural, creo que nadie lo duda, sin embargo no es cultura política, ni jurídica, ni legislativa, mucho menos vial, o de tipo histórica –y no hablo de la mexicana, sino de la potosina–, mucho menos creo que se desenvuelvan y conduzcan entre libros y tratados políticos o filosóficos de alto nivel; su excelente nivel cultural es el del agandalle, del cotorreo, del descaro, de la indecencia, del desinterés en la ciudadanía y de la ausencia total de respeto a un funcionario gubernamental.

Es legítimo, pero inválido, que pidamos más a quienes se han refugiado en una curul porque no conocen otra forma de acercarse el sustento más que la de vivir a costa del erario. Habrá sus muy contadas excepciones, considero, pero en su gran mayoría los congresos estatales y nacionales están invadidos por esta plaga extraída de la cultura del parasitismo.

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¿Qué podemos esperar de un personaje que durante su campaña se dedicó a vituperar contra los residentes de las Lomas, y ya instalado en su curul a despotricar contra el arzobispo, pero que al tener frente a él al mitrado no tuvo el valor suficiente para espetarle sus inquietudes anteriores? Pensemos también en alguien que se ha dedicado a vivir de la gestión ambiental, negociando puestos de colocación para él y su verde consorte. Y si en estructuras familiares andamos, no podemos pasar por alto a un padre que hereda curul a su hijo, que a su vez la devolverá a su progenitor.

Ésa es la realidad de nuestro Congreso y ésa es la realidad de nuestros diputados. La comparecencia de un secretario de Cultura nada les aporta porque no es prioridad para ellos por no tener conocimiento del estado que guarda este panorama en nuestro estado. Quizá en el momento que alcancen a percibir que la administración cultural y sus manifestaciones pueden ser traducidas en presupuesto de manejo público, esta área de la política gubernamental comience a tener sentido para ellos; desafortunadamente en ese momento nos enfrentaremos a una prostitución cultural. Y aunque esta última pudiera asociarse por similitud de términos e inversión de orden, con la cultura de la prostitución, habrá que explicarles en algún momento que no es lo mismo.

Ya pronto aparecerán las primeras iniciativas que en materia de cultura presentarán algunos de nuestros iluminados curuleros, veremos entonces cuáles serán sus capacidades y sus alcances; esperemos que sean de mayor trascendencia que las que presentaron sus limítrofes antecesores.

Cualquier manifestación política es producto de un ambiente cultural acorde a las mismas; la reunión de anteayer ya puede comenzar a despejarnos dudas y hacernos ver cuáles van a ser los alcances legislativos de nuestros diputados actuales. Atrás quedaron los tiempos en los que los Medina Romero o los Báez Lozano pronunciaban ampulosos discursos que adornados de citas culteranas justipreciaban las bondades del sistema, o en los que un certero J. Carmen García mediante una bien cuidada oratoria fustigaba los satrápicos excesos gubernamentales. Tiempos y personajes que fueron.

Nada de eso hoy existe. Si la exposición de un secretario de Cultura no da más que para disertar sobre los alcances de una cachucha cholera, y abandonar a mitad de la intervención la sala, no es inverosímil afirmar que la presencia de cualquier ciudadano dará para que acaben saltando de curul en curul. Macacos circenses al fin.

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Textualidad inconexa: Grata sorpresa me causó el día de ayer, cuando llegaba al centro histórico al mismo tiempo que el gobernador Juan Manuel Carreras, observar que a diferencia de su paranoico antecesor, cuenta con un muy discreto cuerpo de seguridad. Al margen de dos o tres corteses saludos que intercambió con algunos transeúntes, fue muy discreto su arribo a palacio de gobierno. Mientras desde mi cómodo anonimato lo observaba, recordé a Avelino, y con frivolidad pensé que alguien debería sugerirle que recorte tres centímetros a las mangas de su saco.