Permanecen en IMSS Centro Médico 18 niños afectados por ‘Otis’
30 octubre, 2023
Instalan grupo de trabajo para beneficio de migrantes
30 octubre, 2023

Mariposas en el estómago

Luis Ricardo Guerrero Romero

Escurridizo y ventajoso fue creciendo el deseo de venganza hacia la única persona que me impidió su amor, lo que más añoro de aquella es la forma en que llegada la fecha del día de muertos devoraba panes alusivos a la muerte. Si bien cierto que, el pan de muerto no es lo más delicioso, para ella lo era, sería que lo insípido de su corazón se articulaba con el sinsabor de la forma de amar. Era una mujer dominada por su panza. Con esto no pretendo decir que fuese voluminosa, no, todo lo contrario, su cintura de avispa cautivaba tanto como el veneno dentro de sus entrañas. Aunque apenas la recuerdo los días en que cantidades de cerveza se apoderan de mí, y junto a los efectos de empanzonarme por tantos litros de caguamas me visitan los síntomas de emponzoñarme, por tantos años de desdén.

Fue sin duda un amor de calores y romances, como cualquier adolescente, pero a mis 47 años ella me hizo sentir una bandada de mariposas en el estómago; lástima que, mientras en mi ser revoloteaban las ilusiones, en ella únicamente brotaban las más sinceras de las humillaciones. En lugar de hacerle sentir mariposas a ella, a lo mucho llegué a causarle sentir culícidos, docenas de dípteros nematóceros molestándola mientras su estómago segregaba más ácido para su mayor comodidad.

El estómago, nuestro cómplice desde las etapas tempranas de educación, a cuántos no nos salvó un “dolor de este órgano”; pero también un indicador infalible al sentir el trasiego de un dolor cuando éste nos avisa: “vacío en el estómago”. Para algunos autores y teóricos de las emociones, para la protopsicología, para las ciencias de la mente el estómago es otro cerebro, es incluso el primero de los cerebros (nadie puede pensar con la panza vacía). Aunque es más bien un ejercicio de cocreación de ideas, pues sin uno no opera bien el otro y viceversa.

De tal modo, el relato anterior donde un desencantado enamorado apalea al nulo interés de amor, recordando aquella metáfora del “sentir mariposas en el estómago”, comenzamos a digerir sobre este sustantivo.

La voz helénica στομα, (stoma) significa boca, aunque también se entiende como rostro o frente de una comitiva, pero ya la pseudodesinencia στομαχος (stomakos) nos habla de un orificio, boca o bien la garganta. De allí la socorrida profesión de los médicos estomatólogos. Stomachus, es la palabra en latín desde donde viene propiamente nuestro sustantivo en cuestión.  A esto habrá que recordar que desde los anales de la proto medicina los cuatro fluidos o humores de los que hablaba Hipócrates y luego Galeno lo perfeccionó se distingue el estado colérico, que en lengua latina se enuncia: stomachitio (cólera), esto nos dicta sin duda en dónde se albergaba la bilis, y que tal estado se asume dentro del carácter, no así del temperamento, pues el primero es parte del crecimiento y experiencia y el segundo es un aspecto congénito.

En el estómago caen todas las cosas, las que son y las imaginarias, también se depositan nuestros esfuerzos hechos pan o vino, como dice la sagrada escritura: 1 Timoteo 5, 23: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades”.

l.ricardogromero@gmail.com