violencia desaparición propuesta de reparación enfrentamientos Cuajinicuilapa , pensiones ,
Demandan organizaciones campesinas bajar el precio de diésel y energía eléctrica
12 noviembre, 2015
violencia desaparición propuesta de reparación enfrentamientos Cuajinicuilapa , pensiones ,
Movilizaciones en varias ciudades de Chihuahua
12 noviembre, 2015

Martha Orta: lady plagio

Óscar G. Chávez

Mientras el diputado Enrique Flores, huevos de oro, se apoltrona con comodidad en su curul, buscando paliar el peso de su iniciativa y de los ingresos productos de dietas legislativas, cargados en sus bolsos, el diputado Sergio Desfassiux hace en tribuna uso de la palabra para lagrimear copiosamente, al tiempo que se desgañita arremetiendo contra aquellos que se han atrevido a cuestionar el bajo rendimiento de la actual legislatura.

Pareciera, no obstante, que al margen de considerar vergonzante su actuar, su limitado entendimiento le hace suponer que en torno a sus acciones existe un halo de virilidad cívica, e incluso luego del llamado de atención del dirigente de su partido, se atrevió a desafiarlo y amenazarlo con incorporarse a otro partido, ofertándose entre ellos como si fuera un hermoso y codiciado garzón, con envidiables dones de intelecto.

Es ese parte del perfil sociológico de nuestros representantes populares; habría que agregar desde luego al cholo que le gusta hacerse presente en cachucha a las sesiones, quizá buscando competir en atuendo con el ex dirigente priísta Ángel Castillo Torres; y el día de ayer supimos, de la faceta homofóbica del señor billetes, Óscar Vera. Él mismo, según sus taimadas declaraciones, arremetió por la vía del género contra Héctor Mendizábal, al que incluso calificó como niña.

En síntesis, el respeto de los legisladores por el recinto, por su propia investidura y por sus compañeros de encargo, se ha perdido. Hoy parecieran animales de granja con tendencias a la autodestrucción luego de prolongados tiempos de enchiqueramiento. Cerdos ávidos de aire y fango en el cual revolcar sus ansias de inmundicia para refrescar sus furores cutáneos.

* * * * * *

Cuando suponíamos que ya todo, en materia de fauna legislativa, había sido conocido por los potosinos, venimos a enterarnos por los medios de comunicación de una nueva variedad carroñera de legisladores; aquellos que sabedores de su incapacidad intelectual, ya que ni la mediocridad abarcaría la definición, se han ocupado de apropiarse de los trabajos de otros, para presentar como si fueran de su autoría, alguna nueva iniciativa de ley, suponiendo en su encantadora inocencia que el inmoral acto nunca sería descubierto.

Recuerdo que durante la legislatura anterior, el patriarca de la moral potosina y guardián de las buenas costumbres, Miguel Maza, hizo suya una propuesta elaborada dentro del posgrado de derechos humanos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, en colaboración con algunos grupos de activistas. Fue el doctor Guillermo Luévano, catedrático e investigador de esa institución, y colaborador de este diario, el que tuvo a bien hacer saber el verdadero origen de la brillante propuesta del legislador panista.

Vino luego, ya en esta legislatura, otro dueto de iluminados, Óscar Bautista, quien no hizo otra cosa que trasladar de manera íntegra un texto de Wiquipedia, y luego el activo huevos de oro, el ya mencionado panista Enrique Flores, que dispuso libremente y presentó como propio un decreto de Felipe Calderón, de 2007.

Pero quien vino a colocar la cereza al pastel, o convertirse en ella por lo brillante y llamativo de su iniciativa, fue la diputada Martha Orta; ella sin mayor empacho, pudor y raciocinio, presentó como propio un proyecto en materia de trata de personas, preparado por las investigadoras de la UASLP Urenda Navarro, y Beatriz Aguilera.

Fácil supuso disponer de lo ajeno, como fácil embolsarse quincenalmente sus salarios sin hacer otra cosa que posar su parasitaria humanidad en su curul; y si nadie había dicho nada por lo segundo, tampoco habrían de hacerlo por lo primero. Tuvo sin embargo la candidez de responder que se trataba de una confusión que posteriormente convirtió eufemística y elegantemente en armonización legislativa.

Queda claro que la diplagiaria es limítrofe o carente de entendimiento. En materia de textos y autorías, y dentro del ambiente académico que seguro desconoce, el apropiarse del trabajo realizado por otros es denominado plagio; robo intelectual en lenguaje coloquial, por tanto la señora Orta es una plagiaria, o en términos llanos, una ladrona del trabajo intelectual realizado por otros. Quizá sería conveniente que alguien le explicara el caso del investigador de El Colegio de San Luis, al que le fue rescindido su contrato por  plagiador.

Es pues la diputada Martha Orta, al margen de una plagiaria, una falsaria que ha hecho creer a sus compañeros legisladores, pensando que ellos le otorguen cierta capacidad intelectual, que es la autora de una iniciativa robada alevemente a catedráticos que con un alto sentido de compromiso social, habían dedicado sus esfuerzos a elaborarla. Seres diferentes a ella, que logran un salario honesto a partir de un trabajo académico y no realizan, a su semejanza, actividades parasitarias o de delincuencia intelectual.

Aunque delincuente intelectual es un buen término para referirnos a esta persona, pareciera que me excedo al catalogarla como tal, ya que no creo que honre a capacidad alguna del intelecto.

No tiene en efecto una mente privilegiada para funciones de gestación intelectual, recordemos su paso por la asociación Otra oportunidad, donde no era capaz de redactar ni una tarjeta informativa, pero sí es, a pesar de todo, una falsaria que ha ofendido a la ciudadanía que representa –aunque queda claro que no debe importarle más de lo que lo haría un trío de pimientas en alguna reducción de cacahuate–; a sus compañeros legisladores al llevarlos al nivel de imbéciles incapaces de percibir el agandalle de un texto ajeno; a las víctimas de la trata por no abordar el tema con la importancia que merece; y desde luego a la Universidad Autónoma, institución que ha mostrado una tibia reacción al no exigir una disculpa formal.

Ya no estamos en los tiempos en que era protegida por la esposa del anterior gobernador, ya no puede actuar con la impunidad que se le hubiera permitido en aquellos tiempos; debe medir el nivel del perjuicio causado a personas e instituciones y pedir disculpas públicas, lo menos que puede hacer ya que con toda seguridad no tendrá la intención de renunciar a las prebendas que le otorga su curul.

Su armonización, es plagio; y nuestra diputada, es una plagiaria; diplagiaria. Lady plagio,  le podemos llamar.

Nota aclaratoria: para no incurrir en lo que en esta columna se critica, anoto que el término diplagiaria no es de mi autoría, dispuse libremente de él, y sin mayor anuencia de Jaime Nava Noriega, compañero de esta casa informativa, quien generosamente me compartió el calificativo.