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  • Cachuchas a remate
  • Tuit servido de FCH
  • Margarita, borrada

Julio Hernández López

Podría parecer un asunto menor. Un escarceo tuitero. Pero hay mar de fondo en la indispuesta defensa que Felipe Calderón Hinojosa hizo ayer de José Antonio Meade Kuribreña a causa de unas cachuchas de campaña presidencial priista, ofrecidas a precio de remate en un puesto de mercado.

La historieta, que no debió pasar de allí, comenzó la noche del domingo, cuando la cuenta tuitera @ixmiquilpanvive planteó: “Venden gorras de campaña del @PRI_Nacional y @JoseAMeadeK a $3 en tianguis de México. ¿Alguien se anima?” (https://goo.gl/3s7VFg ). Un tuitero astillado ironizó enseguida: “Tal vez quieran comprar esas cachuchas de la pasada campaña de @JoseAMeadeK  ahora en @HSBC_MX o en el Grupo Alfa de #Monterrey “ (https://goo.gl/WhPD21 : recuérdese que el cinco veces secretario de gabinetes presidenciales pasó a ocupar puestos de consejero en las empresas citadas).

El astillado cotorreo provocó una andanada de tuits que, tal cual sucede en el mundillo de los bots y los troles, manejaban líneas similares de “contraofensiva”, acusando al irreverente de estar “ardido”, ser envidioso y no tener méritos profesionales para aspirar a puestos y remuneraciones como las de Meade Kuribreña, a quien, en realidad, no se había criticado en sus merecimientos profesionales como economista sino en función de las cachuchas de campaña presidencial puestas a remate a tres pesos en un mercado.

A unos minutos de la emisión del tuit astillado, el expriista, expanista, y ahora priista en receso, Javier Lozano Alarcón, inició la cascada, sin arrobar al destinatario pero adjuntando su mensaje al emitido por el autor de estas líneas : “Muy pero muy chafa comentario. Ya quisieras su estatura”. El propio Meade, en cambio, puso una carita de risa hasta el llanto ante el comentario del consultor Gabriel Guerra Castellanos, quien tuiteó: “Hay que apurarnos porque se están apreciando, mi querido @julioastillero . ¡Hace 8-9 meses las regalaban!”.

Llegó el lunes y le amaneció políticamente a Felipe Calderón Hinojosa con el tema que había provocado una carga de cuentas (reproductoras, la mayoría de ellas, de propaganda y opiniones relacionadas con el calderonismo) contra el tuitero que había osado ofender a Meade Kuribreña con el pétalo de las cachuchas. Y saltó al ruedo el político que se hizo del poder mediante fraude en 2006 y que convirtió a México en un cementerio y una tierra llena de sangre y venganzas. Así soltó, dando retuit al tema de las cachuchas a remate que podrían ser adquiridas por HSBC Holding o el Grupo Alfa: “Un servidor público debe estar al servicio de la verdad y del bien común, particularmente en áreas de información. Sarcasmos y bromas además de malas, de mal gusto sobre ciudadanos son contrarios al verdadero servicio público”. El aludido, quien firma esta columna y no es servidor público, respondió: “¿Qué se sirvió, @FelipeCalderon , para que pretenda servirse de un tuit mío y lo confunda con temas de “servidor público” y “verdadero servicio público”? Le deseo salud y buen juicio”.

Pero este intercambio tuitero, que en sus formas es absolutamente prescindible, encierra algo más: necesitado de construir un instrumento partidista de defensa de sus intereses, que le posibilite llegar a un protector cargo legislativo, y ante el hundimiento de su carta original, su esposa Margarita Zavala Gómez del Campo, el descolocado Calderón Hinojosa busca alternativas, una de las cuales podría ser el propio Meade Kuribreña, a quien se buscaría reivindicar en las elecciones intermedias de 2021 o en la siguiente presidencial, de 2024, como la contrapropuesta de manejo económico ortodoxo ante lo que el calderonismo cree avizorar como un inminente fracaso del obradorismo.

Meade no mantiene ya ninguna relación con el PRI y sus posturas políticas son más cercanas al panismo o, en particular, al calderonismo. El grupo tecnocrático, ya huérfano en términos de partido (Mikel Arriola, Aurelio Nuño, entre otros), necesitará alternativas. Habrá de verse si, más adelante, Calderón Hinojosa logra reinstalarlos en la política militante.

Ayer comparecieron ante senadores las tres aspirantes a ocupar un asiento en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Dicha trinidad tiene como característica en común una afinada relación partidista o personal con el actual ocupante del Poder Ejecutivo Federal, de tal manera que quien ocupe el cargo de ministra estará en plena sintonía política con Palacio Nacional.

El Partido Revolucionario Institucional cumplió noventa años ayer, en la peor condición política que hubiera vivido nunca. Nacido originalmente como Partido Nacional Revolucionario, fue un esfuerzo de control político impulsado por Plutarco Elías Calles, quien buscaba pasar de un escenario de caudillos regionales a un sistema nacional de instituciones. Claro: el propio Elías Calles planeaba transformarse en Jefe Máximo de la Revolución Mexicana. El PNR se convirtió en Partido de la Revolución Mexicana y, durante el alemanismo, en lo que ahora es el PRI.

Hegemónico durante décadas, aplastante de una oposición a la que hubo de dar respiración artificial mediante reformas políticas que prodigaban porciones del pastel legislativo a título de asientos “de partido” o plurinominales, y partidas de dinero proporcionales a sus números electorales, el PRI agudizó su crisis a partir del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el arribo del tecnócrata “despriizado” Ernesto Zedillo Ponce de León y los arreglos propicios para la “alternancia” de siglas con el PAN encabezado por Vicente Fox. Recuperado Los Pinos con Enrique Peña Nieto, la corrupción descarada y desbordada propició la segunda caída electoral profunda del PRI, que parece difícilmente remontable ante el arribo de otra propuesta unificadora de caudillismos y propiciadora de una nueva institucionalidad, con Morena como denominación y López Obrador como máximo jefe político. ¡Hasta mañana!

Julio Hernández López
Julio Hernández López
Autor de la columna Astillero, en La Jornada; director de La Jornada San Luis.