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Luis Ricardo Guerrero Romero

Debo por moral confesarlo, soy el menos adecuado para esto, —así inició su plática el proxeneta de mi padre—. Ese día el tipo cumplía sin querer y por situaciones fortuitas 69 años; viudo, desintoxicado desde hace 23 años, amante de las raspas sabor limón y un indiscutible seguidor de la acuariofilia, pero un vergonzoso miembro de la amomaxia. Papá tuvo a bien citarnos a su cumpleaños. Como era de suponerse únicamente la sala nos fue suficiente, pero no necesaria para celebrar al lado del “viejón”.  Yo lo recuerdo con nostalgia en mis años infantes haciendo ejercicio en la casa, o bien comprando juguetes extraños que nadie más adquiría. En ese entonces mi madre aún existía, pero hoy no sólo existe, sino que está todavía más presente que el gigolo del viejo.

Con el tiempo, uno aprende a querer a las mentalidades sucias, sobre todo cuando te das cuenta de que nunca cambiarán y que no son responsabilidad propia. Eso nos pasó a todos los hijos y por eso en este cumpleaños el asilo está de manteles largos. En lo particular no deseo llegar a viejo, uno se vuelve un estorbo, una carga, una perpetua mirada de suplicar compasión. Inconcusamente nada higiénico para los que nos rodean. Ser un individuo profiláctico no sólo es complejo, también es inasequible, antigénico para la sociedad.

Afortunadamente, el hecho de la pandemia nos legó el actuar higiénico, dentro y fuera de casa, pero, sin duda y según las actitudes de un gran número de la sociedad, la higiénica mentalidad se vio mellada. Pues entre el estrés y los múltiples motivos para sobrevivir nos hicieron poco higiénicos de la mente. Aunque siempre ha habido los antigénicos del cerebro, como criminales, violadores, pederastas, curas que lucran con la fe.

Al igual que el narrador anterior, yo no tengo una buena postura para hablar de mentalidad higiénica porque la salud es esfuerzo cotidiano. Sin embrago, sí es posible hablar de la palabra higiene, entendida ya como limpieza, ya como cuidado, ya como aseo. Ahora, si todo lo anterior lo aplicáramos a la mente, otra sería nuestra vida.

La voz helénica υγιης (ygies> higies> higie> higien + iko= higiénico) dio como resultado lo que hoy es entendido como salud, intacto, sano de espíritu, honroso, puro. Quizá la idea primera de algo higiénico sea el papel que usamos para limpiar el ano luego de cagar, lo cual me parece muy plausible, pues según las escuelas hindús el chakra raíz está situado en la región perianal, donde debemos instalarnos para tener toda salud, desde la raíz y hasta la mente que es la loca de casa.