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Entre el “no vayas al grito” y el “ya chole con tus quejas”

María del Pilar Torres

Me encanta septiembre y todo lo que trae consigo. El año pasado, a unos días de las fiestas patrias, se me acercaron dos personas para hacer una encuesta: ¿Amiga, estás de acuerdo en que la población no debe asistir al grito como señal de protesta? Yo respondí que no, y cuando iba a explicar mis razones, me interrumpieron con otra pregunta: ¿Entonces, estás de acuerdo con la violencia y la situación de país que ha propiciado el presidente? Entre el “no vayas al grito, no hay nada que celebrar”, y el fallido e insultante spot del gobierno de “ya chole con tus quejas”, hay más de una lectura posible. Especialmente en ese tema, no hay blanco y negro. A decir verdad, hay ciertas frases que me ponen especialmente nerviosa: “Responde verdadero o falso”,si no estás conmigo, estás contra mí” y muchas otras que van en ese sentido. Afortunadamente, la mayoría de las cosas no pueden resolverse en estos términos, porque la realidad de México es demasiado compleja, como para reducirla en términos de blanco o negro.

Entrar a un mercado bien podría ser toda una experiencia hermenéutica de lo mexicano y su ser-en-el-mundo, si se me permite tomar prestado el término heideggeriano. Podemos encontrar un puesto de petates y al lado otro puesto de juegos de play station, accesorios para el smartphone y más adelante, productos milagro importados. Echarnos unos tacos de tripa mientras un vendedor ambulante anuncia su mercancía y la “música” de fondo es esa cosa de despacito. Sería fácil afirmar simplemente que un mercado es un lugar desordenado, ruidoso y hasta insalubre; o que la piratería es inaceptable (aunque lo sea), pero si esa es toda la lectura que se hiciera del lugar, implicaría una muy pobre capacidad de quien interpreta. Observar filosóficamente una escena implicaría ahondar en sus causas últimas. Por ejemplo, la multiculturalidad en el México contemporáneo, la situación económica de un país en vías de desarrollo (subempleo, piratería y artesanías en un mismo cuadro). El hecho es que un mercado es un lugar propicio para que confluyan todos esos elementos, mostrándonos que la realidad no es unívoca, sino un mosaico multicolor. El ser, se dice de muchas maneras, dice Aristóteles. Especialmente el ser del mexicano, podría asegurarse.

Si la realidad es abordada como si fuera un texto, interpretarlo y mostrar la lectura que hicimos. A eso se dedica la hermenéutica (en griego, hermeneias significa interpretación). La importancia actual de la hermenéutica es que, en buena medida, la labor principal de las humanidades es interpretar. Lo hacemos en filosofía, en literatura, historia, derecho, antropología y psicología. Interpretar es comprender en profundidad las cosas, ponerlas en su contexto. Para Heidegger, la realidad misma es un texto que se debe leer para develar sus múltiples significados. Para comprenderla mejor, es preciso recurrir a métodos acordes a ella, como la analogía.

La hermenéutica que se centra en la analogía parte de que la proporcionalidad es el mejor camino para evitar caer en posturas equívocas o reduccionistas. Si la verdad es la adecuación entre el pensamiento y la realidad, entonces la analogía es la forma más indicada de lograr esa adecuación. Es muy probable que quien no sabe interpretar, tampoco sepa pensar y su lectura de la realidad será pobre. La analogía implica un razonamiento que busca el equilibrio proporcional y es un saber situado en el contexto, de ahí su relevancia para la filosofía en general, y para la filosofía mexicana en particular.

A lo largo de su historia, la filosofía mexicana tiene una importante tradición de hermenéutica y analogía. Muchos pensadores usaron la noción de analogía como núcleo de su filosofar. Comenzando por la cosmovisión de los nahuas tlamantinime, para quienes In xóchitl in cuícatl -flor y canto- era lo único verdadero en la tierra.

En el mundo novohispano hay grandes ejemplos de pensadores que recurren a la argumentación filosófica basada en analogías. Bartolomé de las Casas, aborda la cultura indígena mediante una analogía entre los dioses mexicas con deidades griegas y romanas, y santos cristianos. Bartolomé de las Casas, defiende un humanismo indígena análogo al europeo, en una célebre polémica contra Juan Ginés de Sepúlveda, quien justificaba la violencia contra los indios. Alonso de la Vera Cruz, filósofo novohispano, sugiere una interpretación analógica entre los sacrificios humanos prehispánicos y la eucaristía. Tomás de Mercado usa la noción de analogía para su idea de la justicia conmutativa en el comercio. Zapata y Sandoval la emplea para su idea de la justicia distributiva y la adecuada asignación de oficios y beneficios civiles y eclesiásticos a los peninsulares y a los criollos. Francisco Javier Clavijero usa la analogía para defender la cultura indígena contra los ilustrados, que la menospreciaban. Clemente de Jesús Munguía deja un libro sobre la filosofía del lenguaje en el que expone la doctrina de la analogía.

En el siglo XX, el gran José Vasconcelos escribe una obra sobre Pitágoras en la que expone algunos rasgos de esta teoría a través del ritmo y la armonía. Antonio Caso compara al ser del mexicano con la novela ‘Madame Bovary’ para denominar como bovarismo nacional a la característica que observa de los mexicanos de concebir a México como lo que no es. Me inclino a pensar que por eso hemos adolecido de un proyecto de nación integral.

En los años cincuenta surge el Hiperión, un grupo de filósofos formados en corrientes como la fenomenología, el existencialismo y el historicismo. El objetivo principal del grupo era realizar una síntesis entre la filosofía mexicana (particularmente las obras de José Vasconcelos y Samuel Ramos) y la filosofía contemporánea europea, y plantear el ser del mexicano. De hecho, el nombre de Hiperión simboliza, analógicamente, el vínculo entre lo universal de la cultura europea, con lo particular de la cultura mexicana. Entre los herederos de la tradición historicista, se encuentra el gran historiador Álvaro Matute, quien lamentablemente falleció en días pasados.

La filosofía mexicana tiene la característica de ser más práctica que especulativa, más poética que analítica. Los pensadores mencionados colocan a la analogía en el centro de su pensamiento filosófico, con el objeto de esclarecer la realidad mexicana y buscar su transformación. Cuánta falta hace ahora llevar pensamiento filosófico a las aulas, al gobierno, a la calle, a todas partes; porque es la filosofía lo que realmente podría mover a México. Ya que menciono esta frase, trillada y tristemente célebre, me contaron que en cierta universidad privada había un joven maestro a quien apodaban “el sí-pero-no”, porque con esa frase solía iniciar las respuestas a las preguntas que los alumnos le hacían. Ignoro si utilizaba la hermenéutica analógica como herramienta argumentativa. Pienso que no, porque seguramente de algo le habría servido saber un poco de filosofía años después, cuando llegó a ser presidente.

@vasconceliana