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Rogelio Hernández López

Poco le duró el gusto completo a Esteban Arce, conductor de un noticiario chacotero de televisión, por recibir una cartulina elegante, un medallón con baño de bronce y un pin que simbolizan el “Premio Nacional de Periodismo”, el número 34 que entregó este año el Club de Periodistas de México.

Entre periodistas se generalizó una reacción de molestia por ese “premio” y eso le abolló el orgullo al comediante, tanto que lo condujo a responder con un tuiter tan burlesco como el “periodismo” que él hace: “Más de 10 años de @Ftv_MatutinoEx 2,800 programas pro vida y pro familia han de arder un poco a los progres y se les nota cómo se revuelcan”.

Es que esa pequeña tolvanera mediática que se levantó en círculos de periodistas, a los que Arce llama “progress”, no sólo le escatimó el honor de ser como ellos, sino que también le refregaron sus inicios como comediante tipo carpa por ser fundador del programa cómico irreverente El calabozo al lado Esteban el Burro Van Rankin .

Y no paró allí la protesta colectiva, también se concentró en el Club de Periodistas por su proceder para otorgar reconocimientos con el nombre de premios nacionales.

Aun más. Todo eso obligó a que los directivos del Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo emitieran un comunicado aclarando que nadie puede usar ese nombre para reconocer a profesionales de la información, porque es marca registrada.

Hasta ahí la escaramuza, que induce a una discusión sobre la credibilidad y la legitimidad de los premios de periodismo en México. ¿Debe haber premios? ¿Qué periodistas premiar? ¿Cómo concederlos? Ofrezco unas reflexiones a vuelapluma:

Chunga y cachondeo

Una buena parte de los reconocimientos que cada año se entregan a periodistas, desde el sector público, son prácticamente regalados. Por lo general, el proceso de convocatoria, nominaciones y selección no se apega a metodologías serias, de inspección verdadera a los trabajos o a trayectorias ejemplares, salvo contados casos.

La mala práctica que se percibe es que los “premios” se conceden como resultado de  cálculos políticos, por encima de evaluaciones profesionales, para quedar bien con propietarios y directivos de los medios más fuertes o más cercanos.

“Premios” así se conocen, al  menos en 10 estados de la federación: Aguascalientes,  Campeche, Coahuila, Colima, Chihuahua, Estado de México, Guerrero, San Luis Potosí, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas. Quizá falte citar algunos. La mayoría son concedidos por los gobiernos estatales y siempre provocan críticas .

Un caso extremo de cómo transformar un propósito loable en cachondeo político y dispendio del dinero de los impuestos ocurre en el Senado de la República. Marco Antonio Blázquez, ex conductor de radio, en Baja California, devino en legislador por el PT y presidente de la comisión senatorial contra agravios a periodistas. Allí fraguó la entrega anual del “reconocimiento” del Poder Legislativo a periodistas “por su trayectoria” y comenzó a entregarlo por decenas sin evaluar calidad, méritos profesionales ni trayectoria ejemplar de las personas a quienes se los regalan.

Los reconocimientos que extienden organizaciones de periodistas también adolecen casi de los mismos males. Por ejemplo el Club de Periodistas de México ha llegado a entregar, en una misma ceremonia, a más de 70 personas un “Premio Nacional”.

El Club Primera Plana hace algo similar y también entrega cada año decenas de reconocimientos por “trayectoria profesional” a toda persona que lo solicite o la proponga un tercero con el mero hecho de que cumpla años desde que comenzó en la profesión: 10, 20, 25 y así, hasta 50 años o más.

Asoma algo bueno

En la cara opuesta se ubican los reconocimientos a trabajos de periodismo con calidad que entrega el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo. Este premio es el que más legitimidad ha adquirido desde 2002, cuando logró disminuir  la manipulación y cálculos políticos de la Secretaría de Gobernación. De todos los premios es el que más honor y credibilidad concede por sus procedimientos serios y la composición del jurado, que además cambia cada año.

Sólo conozco un caso en que el premiador es una Cámara de Diputados estatal, la de Tlaxcala. Esta transparentó y ordenó un poco su procedimiento en 2016.

En la última década se han intentado conceder premios por área informativa de especialidad. Cito ejemplo: de divulgación científica, contra la discriminación, por promoción de los derechos de las mujeres, de la infancia, de preservación del ambiente, de finanzas y negocios.

La mayoría de estos los conceden entidades públicas como el Conacyt, Conapred, Inmujeres y una que otra universidad. También son concursos por trabajo y hay cierto rigor metodológico pero pocos han podido hacer que los jurados realicen colegiadamente la evaluación y premiación, eso trasciende y el premio queda abollado.

Un primer resumen es que pocos premios son justos, serios. Las preguntas iniciales siguen vigentes.

¿Debe haber premios? Yo opino que sí, cientos cada año.

 ¿Qué periodistas premiar? A todos los que quepan en la definición jurídica y académica y que sus trabajos o trayectoria sean ejemplo de buenas prácticas.

¿Cómo concederlos?  Por jurados de pares preferentemente.

Todo eso habrá que explicarlo y debatirlo.