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Todo el poder a los soviets

Ricardo Leal

Cuando leo sobre la Unión Soviética me es imposible no pensar en la partidocracia mexicana. La lealtad al partido(s) por encima de todo, la repartición y compraventa de favores y puestos, el sistema de turnos, el desfile de dádivas, allá abrigos, acá televisiones.

En la Unión Soviética convivían las más bellas ideas de justicia con el más crudo desprecio por la vida humana. México en papel también parece la Nueva Disneylandia. La única ley que nos falta es una que diga que las leyes se deben cumplir.

Allá y acá hay un abismo entre la belleza y sofisticación de nuestras ideas del derecho y la justicia, y la descarnada realidad que padecemos, siempre enmarcada en ese estado de derecho del que hablan las  “élites” y que nadie más encuentra por ningún lado.

Habrá quien diga que la comparación es descabellada, que allá hubo más de 20 millones de muertos y que nosotros estamos lejos de esos números. Que nos digan también a partir de qué número hay que indignarse y de dónde sacan tanta paciencia.

Forma parte de nuestra vida cotidiana enterarnos, a veces por propia confesión, de la esplendorosa vida al interior de la partidocracia. No pueden evitar reventar de orgullo al describir los chantajes, los desvíos de recursos, la compraventa de instituciones y sus funciones. Nos muestran la jerga de su oficio, los gestos, sus ritos, nos pasean por la cadena de suministros, la lista de proveedores y clientes, sabemos incluso el precio de mercado de las funciones y productos que vende la auditoría siempre suprema y autónoma. Y el diputado, feliz, satisfecho de saberse las entradas y salidas de la cloaca de la política potosina, modelo a escala del sistema nacional.

En seguida se nos recuerda que eso no prueba nada y que tal vez tampoco alcance para iniciar siquiera una investigación.

Los camaradas del diputado no caben en su indignación y con una confianza tan infinita como sorprendente en las instituciones (en las que ya tan pocas confían) deciden someterse a los designios de la ley y la “justicia” que azota al país.

Incluso nos invitan en un desplegado del periódico a acompañarles a aquellos municipios en donde impera la pobreza, la muerte y el sufrimiento. Aquellos municipios en donde los recursos son desviados y desperdiciados al amparo de la auditoría y de quienes custodian su autonomía.

Les acompañamos con gusto a deshacer agravios y enderezar entuertos. Nos vemos en el congreso. O quizás aquí como allá los partidos son primero.