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¿Que no deben existir las ideologías? 2/2

Juan Ramiro Robledo Ruiz*

Y  continuando las preguntas, ¿no es verdad que la corrupción, siempre presente, se desató en México cuando los empresarios de metieron de políticos y viceversa? ¿La regla ética de que en los cargos públicos no se hacen negocios privados, es vieja ideología?

¿No vale afirmar que esas prácticas son también derivadas de la misma concepción liberal, pues son causadas por el modelo norteamericano que se copia en México?

Ahora en nuestro país, ante este cáncer que carcome la salud de la República y obstruye su viabilidad como nación, se simula meramente una reforma que refrasea las leyes anticorrupción ya existentes, sin otra aportación mayor que centralizar la fiscalización; y el partido del gobierno se lo compra al partido de la decencia, por simple cálculo electoral; y los demás partidos se suben en ese carro porque no pueden quedarse afuera en un tema tan sensible hoy.

¿Pero quién no sabe o intuye que para abatir la corrupción se necesita primero tener un Presidente incorruptible y luego aplicar firme y neutralmente las leyes? Aquí sí no hay necesidad de tanta ideología, cuanto un mínimo de ética y moralidad.

Siguen diciendo los ideólogos del liberalismo económico que no es posible definir izquierdas y derechas después de la caída del muro de Berlín y la secesión de la URSS.

Que el fracaso de la quimera comunista dejó el camino despejado a la democracia occidental.

Pues acá y en cualquier parte, son ideas políticas estatistas las que proponen la rectoría del Estado sobre la economía; el uso de las atribuciones estatales para distribuir riqueza, vía salarios e impuestos a las ganancias; la propuesta de brindar salud, seguridad social y educación a todos los mexicanos, vía el presupuesto y el gasto público; la propuesta de permitir libertades de hábitos y preferencias personales, sin dogmas de credo; la de regular y controlar excesos de la empresa privada; la de hacer gobierno austero y republicano, limitando el gasto corriente y los privilegios de la alta burocracia; la de reconocer y atender causas sociales, como medio de solucionar conflictos que alteran el orden público; la de inducir toda acción de gobierno a reducir la desigualdad, a atemperar la opulencia y la miseria, como decía Morelos, a quien se memora solamente en actos cívicos.

Es claro obviamente que esos postulados no se consiguen con cualquier forma de pensamiento político.

Aquellas son ideas y programas que en cualquier parte del mundo se consideran progresistas y se llaman de izquierda, porque buscan cambiar el injusto y desigual estatus vigente, no conservarlo. Históricamente así se denominan a las fuerzas que han hecho las revoluciones sociales en el mundo.

Si viviéramos en un país donde reinara la igualdad y la justicia, quizás podría admitirse como fórmula de gobierno la simple ideología individualista liberal. Los apologistas de esta última seguramente dirán que están acordes con los fines descritos, pero no aceptan nunca los medios que se mencionan antes.

Ellos proponen la economía del libre mercado, la que suponen que consigue repartir la riqueza por virtud de una mano invisible que ajusta y distribuye, con la sola condición de que se permita la total libertad económica particular, desgravando el ingreso, dejando salarios y precios a las leyes de la oferta y la demanda, manteniendo el orden, y en suma, retrayendo el papel del Estado en los asuntos del bienestar social.

Y todo lo anterior sin entrar a cuestionar la manipulación de la información televisiva que sesga la realidad e induce conciencias y voluntades.

Como se puede colegir respondiendo estas preguntas, los fines podrán compartirse pero no el camino para obtenerlos. En conclusión, la libertad y la igualdad son los dos referentes de todo contenido ideológico en occidente.

Las políticas públicas son políticas de Estado y definir una estrategia u otra, un medio u otro, es precisamente una cuestión de ideologías. Así es que las ideas políticas no están obsoletas, ninguna, todas son necesarias y vigentes.

Lo que sucede realmente es que propagar su fin es una estrategia para tratar de hacer prevalecer la ideología que todos conocemos y llamamos de derecha.

No han muerto las ideologías. Al contrario, pasa que una de ella ha regresado recargada, replanteada, a partir de su origen, hace tres siglos, para volverse a implantar con una nueva dimensión en el mundo y en México.

Ha regresado con un argumento adicional: que las demás ideas que se le oponen deben desaparecer.

Y es esta ideología la causante del aumento de la pobreza y la desigualdad en México y en todo el planeta.

Si los mexicanos todos tuviéramos conciencia de esto, nuestro país estaría a salvo, porque no volvería a gobernar la derecha.

* Profesor de Teoría del Estado de la Facultad de Derecho de la UASLP.