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Sobre el premio estatal en derechos humanos

Guillermo Luévano Bustamante

E l 1 de diciembre se hicieron públicos los resultados del premio estatal de derechos humanos al que convocó la Comisión Estatal de la materia. El jurado estuvo integrado por consejeras del organismo, activistas, periodistas y académicas.

La decisión de ese jurado determinó otorgarle la presea al sacerdote católico Rubén Pérez Ortiz, quien dirige de forma colegiada la Casa Hogar para Migrantes en San Luis Potosí. No se han equivocado en esa determinación las juezas, la labor que desempeña Rubén Pérez, junto con un amplio y valiente equipo, es invaluable. Asisten con alimentación, techo, cobija, asesoría, servicios médicos y enorme calidez, a las personas que migran en busca de un mejor futuro para sí y sus descendientes, principalmente procedentes de Centroamérica y con destino a Estados Unidos.

He podido constatar de cerca el trabajo que desempeñan en la Casa de Migrantes desde hace años, y sé de primera mano de las adversidades que enfrentan y sortean con decisión y valentía. La Casa está en la mira de la delincuencia organizada desde hace más de cinco años, al grado de que quienes la dirigen tuvieron que optar por cerrarla temporalmente dada la exposición a la que se enfrentaban las personas migrantes. De ahí buscan reclutar o levantar las organizaciones criminales a migrantes para fines de explotación laboral y sexual.

Por otro lado, la Casa y sus migrantes son víctimas de hostigamientos policiacos y hasta de cierta animadversión de algunas personas vecinas de su residencia que, por diversas causas, estigmatizan y criminalizan el paso de quienes migran.

La Casa acoge cientos de personas, si no mal recuerdo las cifras que me compartieron verbalmente no hace mucho en una campaña en que colaboramos desde la Universidad para acopiar mochilas e insumos de higiene: en temporadas altas hasta 800 migrantes pasan por la Casa mensualmente. Es una labor poco reconocida desde el Estado, cuyo marco normativo sigue considerando infra-personas a las migrantes, porque en aras de negarles la ciudadanía política les niega además los derechos fundamentales.

El premio al sacerdote Pérez Ortiz simboliza un reconocimiento a su labor constante y la del equipo de personas voluntarias que le acompañan en esa empresa, algunas de esas fueron personas migrantes que se arraigaron y decidieron servir y ayudar a otras.

Es verdad que en el campo de los derechos humanos los reconocimientos son extraños, porque las labores suelen ser desinteresadas, pero en este caso ha de servir como aliciente e impulso, como un mínimo reconocimiento a la enorme labor que se hace en pro de las personas migrantes, en una época además en que en este país defender los derechos humanos es una actividad peligrosa.

Agradezco finalmente la distinción de ese jurado, de las compañeras que lo integran, sobre mi persona por otorgarme una mención honorífica, tras la postulación que hiciera el programa de posgrado en Derechos Humanos de mi Universidad.

Twitter: @GuillerLuevano

Guillermo Luévano
Guillermo Luévano
Doctor en Ciencias Sociales, Profesor Investigador en la UASLP, SNI, columnista en La Jornada San Luis.