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Tibio debate

Óscar G. Chávez

M ientras la candidata del PAN a la gubernatura, la senadora con licencia Sonia Mendoza, amparada en estadísticas apócrifas y además cuestionables, asegura haber sido la triunfadora, o al menos la participante en el debate de aspirantes a gobernadores, que tuvo un mayor desempeño, Juan Manuel Carreras, abanderado priísta, se regodea señalando que según las percepciones de círculos de profesionistas, él fue el ganador.

Lo cierto es que mientras los dos punteros del proceso electoral se solazan en ensalzar sus respectivas intervenciones, al parecer ninguno de los que presenciaron el proceso, como no sea del círculo cercano a los políticos, pueden respaldar esas aseveraciones. El diálogo entre candidatos, más similar a lecturas mal hechas de planes de trabajo sin estructura ni método alguno, distó mucho de ser algo que pueda ser llamado debate.

Pareciera que el llamado pacto de civilidad acordado entre los contendientes, más se asemejó a una componenda de baja categoría para evitar que el evento tuviera la calidad que se esperaba, y que lejos de evidenciar las carencias de los planes de gobierno elaborados por los contendientes, sólo mostrarían los aspectos en los que harían especial esfuerzo si llegan a alcanzar la gubernatura.

Si bien es cierto que los aspectos de la vida personal no debían ser abordados como forma de ataque en el evento, la trayectoria profesional y política de los participantes sí debió ser cuestionada por los mismos, sin embargo pareciera que el temor a ser exhibidos como personajes que arrastran negros puntos en su historial, fue lo que los obligó a guardar un prudente silencio que en mucho contribuyó al nugatorio sopor que imperó en todo momento.

Quizá para estos participantes fue lo mejor, los escándalos mediáticos que protagonizaron en los últimos días, y que en parte se relacionaban con sus desempeños laborales, hubieran representado golpes considerables en ese diálogo entre políticos amigos de San Luis.

Difícil hubiera sido para la candidata de Acción Nacional, explicar el paradero de las multas del juzgado matehualense; mientras que el Güero Carreras, no hubiera salido nada bien librado si se le cuestionaba sobre los millones desaparecidos del fondo de telesecundarias.

La baja calidad del evento, que no podría ni asemejarse a los debates que alguna vez presenciamos en secundaria o en bachillerato, fue evidente desde el momento de su desarrollo; los comentarios en redes sociales nos hablaban de candidatos poco preparados y en nada familiarizados con un encuentro que exige competencia, misma que implica algo de agresividad profesional. Ninguno la hizo evidente, quizá porque ninguno la tiene; sólo sabremos de ella una vez que el amparo del poder les permita ejercerla contra aquellos que cuestionen su deslucido actuar en el cargo.

La inesperada recepción que tuvo Carreras al llegar al sitio del debate, cuando profesores de telesecundaria cuestionaban el paradero de los dineros, pronto se disipó; al día siguiente en su página de campaña se publicaban los testimonios que a manera de aval presentaban connotados profesionistas potosinos. Guillermo Dip Ramé, Miguel Naya Guerrero, Gonzalo Andrade y Pedro Enrique Alvarado, fueron los autores de las imparciales églogas laudatorias consignadas en favor del priísta; bien sabido es, no obstante, la amartelada relación que los anteriores declarantes guardan con el partido del alabado.      (http://www.juanmanuelcarreras.mx/por_su_capacidad_carreras_gan_el_debate_dicen_profesionistas)

Similar es el caso de la panista; nadie en sus cinco sentidos, sano juicio, y con aspiraciones de triunfo, encomendaría análisis mediáticos o encuestas poco favorables a quienes es sabido la perjudicarían; esto podría explicar los resultados que en encuesta inmediata al debate y con el aval del Ceepac, al menos en logotipo, comenzó a circular la misma noche del viernes.

Desafortunadamente para la candidata y su equipo, en esta ocasión el organismo electoral, tuvo la suficiente energía para cuestionar el uso de ese material y el uso viciado de su imagen; de ahí las posteriores declaraciones de su partido y dirigencia, en las que señalaron desconocer la procedencia y que consideraron por aparecer el membrete que era material de procedencia autorizada.

En este sentido, las declaraciones del consejero electoral Martín Faz Mora, en las que al tiempo que desmiente al dirigente del PAN, señala la interposición de una denuncia contra quien resulte responsable por el indebido uso del logotipo, abren la posibilidad, aunque remota en realidad, de hallar a los responsables de esta anomalía.

Fuera de cámaras y reflectores, un punto que resaltó la personalidad de la candidata panista, fue la poca cordialidad y deferencia que manifestó con la candidata del Partido Encuentro Social, Ysabel Gómez Galán, quizá derivado del hecho que la inserción de ésta en la contienda, le roba reflectores en el sentido de no ser ya la única mujer que contiende por la gubernatura. ¿Y la solidaridad de género tan anunciada por la panista?

Sólo en el recuerdo queda el debate presidencial en el que el candidato panista a la presidencia de la República, Diego Fernández de Ceballos, increpaba álgidamente y sin tregua al entonces candidato Ernesto Zedillo, al que llamó el chico bueno de la clase.

Quizá nuestro error fue el esperar algo similar, ya que aunque los candidatos han evidenciado cierta energía en enfrentamientos civilizados con sus contendientes, carecen de la estatura y el nivel político que los defina como políticos a la altura de las expectativas. Finalmente son un reflejo de su formación, de sus partidos, de su entorno; la caballada está flaca.