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Adriana Buentello
Hace unos días decía en el programa Astillero Informa, que Carmen quizá haya caído en una trampa y cada vez que lo pienso, me vienen a la mente más elementos. Pero tampoco hay ingenuidad en ello. Si bien es cierto que Carmen se alejó del ángulo periodístico que enfocaba a los sectores más desprotegidos, para privilegiar actualmente la voz de cierto tipo de perfiles académicos y posturas de algunas élites; sus contenidos y entrevistas seguían contando con la calidad que la había caracterizado. Elegir el ángulo desde el que se observan los hechos, es el equivalente a la línea editorial y si se hace de forma plural, honesta y usando las herramientas del periodismo, es una decisión válida de cada periodista y medio.
El problema es, como bien lo ilustra en su gran cartón Helio Flores, que en esta disputa, toda la sociedad perdemos. Por un lado el Presidente muestra su nivel de intolerancia y visceralidad al responder de una forma mezquina. Le ganó la “defensa de padre de familia” y disolvió la investidura de jefe de Estado. Arrebató con un comentario ruin y falso toda la trayectoria a una periodista que ha formado parte de la historia de este país. No se entiende la llegada de AMLO a la Presidencia sin el trabajo de ella, así como de muchas y muchos activistas y periodistas, a los cuales por igual, ha denostado.
“El derecho de réplica” que llevó a cabo el Presidente, no consistió inicialmente en responder de forma amplia sobre el famoso reportaje, sino en descalificar a Aristegui y colocarla en el mismo saco que a los ya conocidos traficantes de la pluma.
Por el otro lado, Carmen Aristegui también tomó demasiado personales las descalificaciones que se han hecho desde la tribuna matutina, las cuales no son poca cosa, ya que ha formado un gran aparato propagandístico que mueve a una buena parte de sus bases. Y sí, son personales, pero aunque la periodista quiso responder una agresión con un “golpe periodístico”, el tiro le salió por la culata.
En este conflicto donde lo visceral es la regla, Carmen sabía y sabe que detrás de LatinUs y MCCI hay intereses y mafias políticas, pero de todas formas decidió darle espacio a un reportaje incompleto. ¿Qué sucedió?
Trabajé como muchos saben en esa organización hace muchos años y sé que tienen para pagar a los mejores periodistas y reporteros, pero también sé que existen las presiones, como en muchos otros lugares con objetivos políticos. En su momento, Claudio X González se desesperaba porque quería que las investigaciones abarcaran “a todos los partidos”. Era evidente que buscaba que los reporteros de MCCI le sacaran su “casa blanca” a AMLO o a algún cercano a él. Evidentemente eso no ha sucedido.
En 2016 supe que Vicente Fox presionó a la organización para que no se publicara un reportaje sobre sus negocios, precisamente uno de los coautores era Raúl Olmos. Finalmente esa investigación salió como libro de forma independiente.
El reportaje sobre uno de los hijos de AMLO tal y como se publicó originalmente no acredita ningún hecho de corrupción; sin embargo, el responsable de ese trabajo y edición dejó una pieza quizá “técnicamente correcta”. La investigación inicia de esta forma: “ASÍ VIVE EN HOUSTON EL HIJO MAYOR DE AMLO. José Ramón López Beltrán contradice el discurso de austeridad de su papá, el presidente de México”. Si hubieran encontrado un hecho de corrupción, sería la primera palabra con la que hubieran iniciado.
La publicación de este reportaje es relativamente obsoleta periodísticamente hablando, salvo una particularidad: Quien lideró la investigación, sabía de antemano que esa pieza coja e incompleta se usaría políticamente por los adversarios del Presidente, para montarse en algo inexistente. Los opositores de AMLO y los mismos que la financiaron, están acostumbrados a usar y comprar el prestigio de otras personas. Y fue así que numerosos personajes se colgaron de esa investigación para “señalar” actos de corrupción que no demostraba el reportaje, pero que les servía de base para hacer inferencias y suposiciones. La comentarista Denise Dresser se atrevió a decir que “la apariencia de tráfico de influencias, es tráfico de influencias”, emulando prácticamente a Ana García Vilchis de la sección mañanera Quién es Quién en las Mentiras, con su “no es falso, pero se exagera”.
Los periodistas no podemos ser ingenuos y lavarnos las manos ante una jugada política de esta naturaleza.
Estos medios como LatinUs y organizaciones como MCCI buscan aliarse con otros actores mediáticos para comprar un poco de credibilidad y difusión, y vieron en Carmen Aristegui la oportunidad para replicar, colgarse de su prestigio y potenciar un golpe. Y en esta disputa personal entre AMLO y Aristegui, la periodista cayó en la tentación (nuevamente) de revirarle al Presidente con un reportaje flojo, que le está costando credibilidad. Se confió de un periodista como Raúl Olmos que, aunque indiscutiblemente tiene una gran trayectoria, publicó algo que quizá no estaba aún listo y que quién sabe si lo hubiera estado en algún momento. ¿Por qué razón lo hizo? Los parches posteriores, publicados por separado, se quedaron solo en eso.
Finalmente el Presidente sabe de su injusticia contra el periodismo y el activismo, pero construyó su propia versión mediática para comunicar e imponer su punto de vista de las cosas, aunque en ella haya imprecisiones y falsedades. Una conferencia mañanera en donde cancela por igual a un Krauze y a un Loret de Mola, que a un activista barrial como Miguel Barrera, al cual no le permitió el derecho de réplica el día que lo condenó. A AMLO le quedó como anillo al dedo un par de reportajes huecos que Aristegui dio a conocer sobre sus hijos en su noticiero, para echar a andar su estructura propagandística en contra de la periodista y meterla en el único costal que tiene para la prensa que no le acomoda.
Nadie es ingenuo aquí. Gana la soberbia y perdemos toda la sociedad.
