Por David Brooks, corresponsal

Nueva York. La contienda presidencial podría terminar como una disputa entre los dos candidatos menos queridos por la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos, el ya presunto candidato republicano Donald Trump y la precandidata demócrata Hillary Clinton.

Sin embargo, el demócrata Bernie Sanders, el único precandidato quien es percibido favorablemente por más de los que lo ven negativamente, sigue convocando su “revolución política” e impulsado por su triunfo en Indiana el martes y ante la posibilidad de varios más de aquí a junio, promete mantenerse en la contienda hasta llegar a la convención nacional de su partido en julio,

Para los republicanos, el triunfo casi asegurado de Trump como candidato presidencial después de que sus últimos dos contrincantes se rindieron esta semana está generando caos entre su cúpula, algunos aconsejan que todos deben hincarse ante el nuevo rey, y otros llamando a la rebelión y hasta por una tercera opción para las elecciones generales.

Los únicos dos ex presidentes republicanos vivos, George Bush padre y George W. Bush hijo, señalaron ayer que no endosarán a Trump.

Hoy el republicano electo más poderoso del país, el presidente de la cámara baja Paul Ryan, afirmó que “no estaba listo” para endosar a Trump.

Trump respondió esta tarde afirmando que “yo no estoy listo para apoyar la agenda de Ryan”, nutriendo lo que algunos llaman una “guerra civil” dentro del partido.

El Wall Street Journal, bastión de la cúpula republicana conservadora, publicó un editorial recordando Trump no es la mejor opción y afirmó que esto es “una toma hostil” del partido.

Mientras tanto, estrategas de Trump ya están midiendo sus tácticas para la elección general, y el multimillonario ya está hablando de “unidad” y buscar componer relaciones para consolidar el apoyo dentro del partido. Y hay hasta expresiones de “amor”.

Hoy, en su Twitter, Trump envío el mensaje: “Feliz Cinco de Mayo. Los mejores taco bowls son hechos en el Trump Tower Grill. ¡Amo a los hispanos!”, acompañado de un foto de él comiendo un “taco bowl” en sus oficinas en su Torre Trump.

Pero su gran problema es que muy pocos lo aman a él, y la abrumadora mayoría de las llamadas “minorías” lo detestan.

No ayuda que figuras como David Duke, un ex líder del Ku Klux Klan declare que lo de Trump es “una victoria maravillosa” que ofrecerá la oportunidad a supremacistas blancos exponer a los “supremacistas judíos que controlan nuestro país”.

Agregó que “este es un movimiento para tomar de regreso a America, y cuando decimos ‘tomar de regreso a America’ sabemos exactamente qué significa”, en referencia a los migrantes y la diversificación demográfica del país, reportó The Guardian.

Trump tiene la distinción de ser uno de los candidatos menos populares en tiempos recientes con entre 60 y 70 por ciento de los encuestados expresando una opinión desfavorable del multimillonario. Más aún, ante el electorado más racial y étnicamente diverso en la historia del país -un 31 por ciento son no blancos – Trump será repudiado por lo abrumadora mayoría de latinos y afroestadunidenses, entre otros (incluyendo los Rolling Stones que hoy solicitaron que Trump dejara de usar sus canciones en sus actos).

Muchos republicanos creen que por ello, la elección presidencial de este año está perdida y lo que más les preocupa es que eso no implique también la pérdida de sus mayorías en ambas cámaras del Congreso.

Del lado demócrata, la apuesta es que Trump casi asegura el triunfo del candidato presidencial del partido, y por ahora se supone que será Hillary Clinton.

Pero, a pesar de -o justo por- su larga experiencia política y su posición como reina del partido, sufre del mismo hartazgo de las cúpulas que se ha manifestado del lado republicano.

Hoy día Clinton también es vista desfavorablemente por una mayoría del electorado en las encuestas nacionales -entre el 52 al 55 por ciento. Y aunque hasta recientemente gozaba de una ventaja sobre Trump de hasta más de 20 puntos, ese margen se ha reducido hasta llegar a sólo unos 6 en el promedio de las principales encuestas, en gran medida no por una alza de apoyo para Trump, sino una reducción de aprobación para ella.

“Es demasiado tarde para políticas y economía del establishment” insiste su contrincante Sanders acusando que eso ha llevado a extremos de desigualdad económica donde el 1 por ciento más rico controla la vida del país.

Hoy como siempre insiste en que “necesitamos un cambio transformador” para rescatar a esta democracia tomada como rehén por “unos cuantos multimillonarios”. Afirma ademas que “es nuestro deber, como un país de inmigrantes, abrazar y proteger a nuestros hermanos y hermanas indocumentados”. Y acusa a la cúpula, y a Clinton, de estar demasiado amarrada a Wall Street y otros grandes intereses.

De hecho, el único precandidato que goza de percepciones favorables más amplias que las negativas es el socialista democrático, cuyo mensaje insurgente sigue resonando entre millones (unos 9 millones han votado por él contra casi 12 millones para Clinton hasta la fecha).

Para Clinton, si es que es coronada tal como se anticipa por los “expertos”, el gran desafío es cómo capturar aunque sea sólo una parte de esa ola que ha impulsado a su contrincante de manera tan ferviente como inesperada. Por ahora, ella no convence a los jóvenes e independientes -la perciben como más de lo mismo- que han generado una de las mayores expresiones progresistas en la historia reciente de este país.

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