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El nuevo TLCAN y la distribución de la riqueza / Víctor Flores Olea

El presidente estadunidense Donald Trump con el primer ministro canadiense Justin Trudeau en la Casa Blanca. Foto: Afp

Víctor Flores Olea

Ciudad de México.- Esta semana se inician las negociaciones para reformar el TLCAN, suscrito en 1994 por México, Estados Unidos y Canadá. Por la parte mexicana debe decirse que, en los inversionistas de nuestro país, hay entusiasmo porque, para ellos, el horizonte de ganancias en aumento parece a la vista. Es verdad, como ha dicho el banquero Carlos Hank González: “Estoy positivo y entusiasmado y creo que podremos alcanzar algunos buenos resultados”, y consideró además que actualmente hay menos incertidumbre respecto a la renegociación que a principios del año, porque ya han sido marcadas las pautas de las conversaciones.

Donald Trump, en cambio, ha dicho que “los déficit comerciales son un obstáculo para la economía estadunidense porque envían dinero al exterior”. Esto es verdad, sin embargo el balance negativo del país disminuyó de 762 mil millones de dólares en 2006 a 505 mil millones en 2016, debido principalmente a que los estadunidenses redujeron su consumo durante la Gran Recesión.

Algunos distinguidos especialistas han sostenido que México tendrá la difícil tarea de exigir y mantener la simetría existente en el TLCAN original, pese a las presiones del equipo de Donald Trump (señaló en una entrevista el economista Luis de la Calle). Y añadió: “México debe aspirar a que lo que resulte de esta negociación sea otra vez perfectamente simétrico… El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor en 1994 entre México, EU y Canadá, fue el primer pacto comercial simétrico que involucraba un país en desarrollo como México, pues las tres naciones tienen iguales derechos y obligaciones… Si Estados Unidos pretende ahora que el resultado sea asimétrico porque están perdiendo y quiere dejar de perder, eso implica que el resultado de la negociación no va a ser igual. Para México, desde mi punto de vista, esto debe ser entonces inaceptable”, subrayó el también exsubsecretario de Economía.

Por otro lado, algunos economistas han elogiado el mecanismo de licitaciones que ha prevalecido en el TLCAN, y otros desearían que se preserve el fortalecimiento de las inversiones, los accesos al mercado así como el apoyo a la seguridad energética de la región, y la apertura de los mercados de energía, es decir, el fin de las corporaciones estatales de energía, típicamente el caso de México que fue cumplido rigurosamente por nuestro gobierno.

Por lo demás, varios comentaristas, entre ellos, Manuel Molano, afirman que en los papeles preliminares que se discutirán en las negociaciones del TLCAN se enfatiza el fortalecimiento de las reglas de origen y temas de economía digital que prácticamente había quedado fuera en el tratado de 1994, así como asuntos de propiedad intelectual y condiciones laborales; pero en algunos casos también podría tener complicaciones; además, proponen facilitar la imposición de medidas antidumping y los derechos compensatorios. Por lo demás, los documentos plantean la cuestión del medio ambiente.

Una cuestión que complica las negociaciones es el hecho de que, en México, se cruzan a mediados de 2018 las elecciones presidenciales y, en Estados Unidos, las del Congreso. La gran cuestión, coinciden con de la Calle varios especialistas, es la de lograr que, a pesar de las presiones de Donald Trump, se logre mantener la “simetría” actual del TLCAN. Esto significa que los tres países conservan los mismos derechos y obligaciones.

La cuestión de fondo que subsiste, no importando el superhabit comercial de México en sus relaciones comerciales con Estados Unidos en el marco del TLCAN, es el de la distribución interna de esa riqueza que, hasta ahora, ha dado señales de concentrarse desmedidamente en pocas manos.

Hoy, los especialistas discuten si la coyuntura será propicia para impulsar una más justa distribución de la prosperidad, y tal vez la mayoría se pronuncia por la negativa, sosteniendo que estando la riqueza en manos de los ricos estos se opondrán a cualquier cambio de esa dirección, que para ellos es por mucho la más conveniente.

Por supuesto, hay también partidarios de la posición contraria, sosteniendo que la situación debe cambiar ante el peligro de presiones y hasta levantamientos sociales imprevisibles. Personalmente sería más afin a esta postura, ya que, en efecto, las presiones sociales van en aumento y los gobiernos saben que tales demandas son justificadas, y por tanto su inclinación política sería atenderlas en alguna medida, bajo el peligro de tener que enfrentar relativamente en corto tiempo problemas mucho más intensos. Es la presión social la que orillaría a los poderosos a ceder y a tomar medidas que, aun lentamente, nos acerquen a una mayor igualdad.

Es verdad, como dice Luis Rubio, que el TLCAN no es un instrumento de desarrollo, pero por ejemplo en México sus efectos han sido enormes según estados y regiones. El propio Rubio nos dice que “la región norte del país creció en un 53% entre 1994 (año de la firma del Tratado) y 2004, en el mismo período la región sur creció en sólo 16% y la del centro en 22%. Estas cifras nos dirían al menos … que los beneficios del crecimiento (y del TLCAN) se han distribuido de una manera muy desigual”.

Lo cual implica evidentemente que el país debe redoblar sus esfuerzos internos para construir una infraestructura material, técnica y humana), capaz de aprovechar equilibradamente los beneficios que potencialmente es capaz de proporcionar el TLCAN, y más tratándose de una segunda etapa que pudiera y debiera ser más beneficiosa que la anterior, y mejor distribuida. Tomando en cuenta la experiencia ya vivida, el gobierno en turno (básicamente a partir de 2018) debiera hacer un esfuerzo excepcional para que los beneficios del nuevo TLCAN sean verdaderamente incluyentes de todos los mexicanos, y sea un factor de igualdad social poderoso y no un instrumento adicional que ahonde las desigualdades y la injusticia social.

JSL
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