Revocatorio: la oposición en su laberinto
28 marzo, 2022
Diálogo por ley de protección en Morelos; se aplicaron periodistas, activistas y funcionarios
28 marzo, 2022

Luis Ricardo Guerrero Romero

Apenas tuviste oportunidad de entenderlo, pero nunca de saberlo. A veces el saber es la opción uno de todo tiempo. Ya luego de cepillarte los dientes de un modo automático comenzaste a interrogarte sobre la desdichada circunstancia que, a decir verdad, nunca pensaste de su existencia y jamás se te ocurrió que te pasaría a ti. No obstante, el que no creas o no sepas de un algo, de un problema, de una certeza, no significará que no pase, esté o exista. Es de esos temas que poco se discuten en la mesa a la hora de comer.

Sin duda el que te hayan diagnosticado ageusia no fue una buena noticia, e irónicamente piensas: ya no sabré nada. Lo último que paladeaste fueron los caireles de aquel mohoso vestido que rodeaba un par de muslos fríos, pero tarde o temprano tu fetiche desarrollado en aquel sitio de trabajo iba a cobrarte factura. Sabías, porque ahora ya no sabrás saber más. La necrofilia es algo repulsivo para muchos, aunque no para tantos. En fin, ahora estás allí viendo una pantalla, comiendo no sé qué tantas porquerías y bebiendo líquidos baratos. Qué más da, si tu ageusia te ha destinado al castigo del sinsabor de la vida. Para ti es una pena no saber el sabor de ningún tipo de cairel pudendo que se interponga entre tu lengua y la filia repulsiva al cadáver.

Las anteriores líneas, nos exponen aquella filia que para muchos es sólo un invento, pero evitar pensar algo, no dará resultado para que ese algo no exista realmente. Pero también nos mencionó los caireles, palabra que ahora nos ocupa, palabra también, enfilada en el baúl de los arcaísmos. Al menos para un gran número de hablantes dicho sustantivo no se desarrolla en su diálogo, y estoy seguro de que para muchos es totalmente desconocida.

Los caireles, son en efecto unos cordeles u orlas que se desenvuelven en una prenda, luego por extensión también se le llamó así al fleco o flequillo de pelo o vello. Aunque, de modo estricto o más bien, etimológico, los caireles son flecos del vestido femenino. A partir de la voz griega: κειρω como derivado de καιροω (cairoo), o sea, hilo. Voz que se acuñó a partir de una familia lingüística gitana. Porque, como lo sabemos la vestimenta femenina de las gitanas se caracteriza por sus caireles, por sus adornos.

En otro sentido, nuestra mente, con todos sus vicios e imperfecciones es un manojo de caireles, el ornato extravagante de la endeble humanidad.

l.ricardogromero@gmail.com