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Luis Ricardo Guerrero Romero

Sí, en mi vida nada en las rifas, ni de mi suerte obtener algún regalo de la nada, pero aquella noche, en la casa de mi víctima, tuve la fortuna de encontrarme un ostentoso celular, entre fotos, videos y audios que me escaldaron el alma reproduje el último voice note de mi ahora occiso: —Aún y con tu exiguo parpadeo —curiosa ptosis palpebral—, el aroma a simulacro de mujer y la sensibilidad que tienes para escuchar, además de verme de frente para cuando ya me iba, para cuando ya no estabas, incluyendo las muchas manías que en los sitios prohibidos galopabas en mi piel, sin dejar un poro tranquilo y sin haberme desabotonado.

Déjame decirte con la voz maldita de Baudelaire: “Huérfanos ya los ojos de la divina centella, contemplando lejanías, fijos se quedan al cielo: nunca los verá nadie hacia la solana inclinar pensativos su agravada testa… Así transverberan la negrura sin límites. Esa hermana del eterno silencio”. Así con esas líneas volveré a tu puerta, a la casa de dos aldabas con rostro de Jano, de piso rayado cual Tabla esmeralda, la alfombra que encripta las pasiones de lesa humanidad donde tú y otros más confeccionaron crimines de sudor y gemidos, mientras yo grababa los sonidos casi parecidos a la psicofonía de Belchite.

Con desafortunado tino, aquel maleante entre una explosión de sentimientos, de locura y desacato, encontró en la víctima una caravana de audios poco agradables para los moralistas de ultramar. Como es de saberse, no juzgaremos las líneas por sus contextos, pero sí inquirimos en sus conceptos. Hoy nos acercamos a la palabra: huérfano, dicha voz antiquísima a la vez que importante. Podemos ser todos huérfanos de muchas personas. Hay personas que dicen, que al quedarse sin un hijo(a), es tan terrible que no existe palabra alguna para su descripción, que, para el casado, está la viudez, para el hijo sin padres, la orfandad. No obstante, huérfano significa todo aquel abandonado por: esposa(o), hijo(a), padre o madre, incluso amigos, hermanos. El huérfano es todo despojado, dejado en la orfandad.

Desde la voz helénica antigua: ορφανος (orfanos> horfanos> huérfano); hasta el latín orphanus, nos describen la misma condición. Así Baudelaire nos dice en los versos citados párrafos arriba, sobre la ceguera que lo despoja sin la luz y su belleza. Sin embargo, cuántos junto a él diremos: “Huérfanos ya los ojos de la divina centella, contemplando lejanías, fijos se quedan al cielo”. Ciegos de la verdad, huérfanos de la certidumbre de ser humanos.

l.ricardogromero@gmail.com