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“Mi alma es verde”

Federico Anaya Gallardo

Ya expliqué que en el invierno 1996-1997 la estrategia contrainsurgente del Ejército Mexicano en la región chol estaba en graves dificultades. El Ejército necesitaba tener a la población civil opositora a mano para ganar sus mentes y almas. Los paramilitares de Paz y Justicia los querían lo más lejos posible. Y en esa lejanía, estaban los insurgentes neozapatistas. El 25 de febrero de 1997, un helicóptero llevó a los líderes de Paz y Justicia a Jolnixtié Primera Sección, luego de que los perredistas/neozapatistas se negaron a visitar El Limar. (¡Ya bastantes emboscadas habían sufrido!) Los militares deseaban que ambas partes firmaran un acuerdo de no agresión. Para ello llevaron al líder mayor de los paramilitares, que era el diputado estadual Samuel Sánchez Sánchez (PRI, hoy preso) y al líder del grupo paralimitar en El Limar, Diego Vázquez Pérez (PRI, hoy preso).

Los del FrayBa acompañábamos a los desplazados de Jolnixtié y estaba con nosotros el catequista Mario Torres Torres, quien vivía refugiado en Masojá Shukjá. Apenas bajó del helicóptero se nos acercó un hombre vestido de civil, pero al que todos se referían como “Coronel”. Se presentó como Leopoldo Díaz Pérez. Le pregunté cuál era su arma. Me dijo que infantería. “—Ah, entonces Usted es rojo”, comenté haciendo referencia al color de la infantería. Díaz reaccionó al instante: “—Pero mi alma es verde”. Verde es el color de la policía militar, que incluye las labores de inteligencia.

Díaz Pérez aparecía en público como encargado de relaciones interinstitucionales en la Séptima Región Militar (Tuxtla), cuyo comandante era el general de división Mario Renán Castillo Fernández (1937-2017). En 2011, Rubicela Morelos Cruz (La Jornada) documentó que Díaz estaba al mando del llamado “«Grupo Chiapas», un equipo castrense que actuaba en conexión con las fuerzas de seguridad pública … Entre sus tareas tenía organizar las actividades policiaco militares como las que realizaban las Bases de Operaciones Mixtas (BOM), en poblaciones y carreteras de toda la entidad”. [Liga 1.]

Lo más interesante de la reunión en Jolnixtié Primera fue el discurso de Samuel Sánchez. En castellano declaró su voluntad de paz, pero luego siguió su discurso en chol, diciendo que ellos seguirían bloqueando los caminos y atacando a los perredistas “hasta que se arrepientan y regresen al PRI.” Esto me lo dijo Mario Torres, quien estaba sentado a mi izquierda y me servía de traductor. Me volví hacia el coronel Díaz, quien estaba a mi derecha, y le pedí que confirmase con su propio traductor lo anterior. Me aclaró que él no llevaba traductor.

¿Cómo se pueden ganar las mentes y las almas sin conocer la lengua? Ese día entendí por qué estaba fracasando la contrainsurgencia en Chiapas. La anécdota documenta lo que Juan Veledíaz escribió para Animal Político en 2011 sobre ese coronel de alma verde: “Entre los años 1995 a 2000, Díaz Pérez se hizo célebre entre sus colegas no sólo por dar ‘manga ancha’ a sus subordinados, sino por lo que consideraron era una notoria incapacidad para entender el origen de los problemas sociales que empujaron al surgimiento de la guerrilla del EZLN.” [Liga 2.]

Vuelvo a Jolnixtié Primera. El coronel Díaz insistió ante los delegados perredistas/zapatistas en que “los líderes de Paz y Justicia están listos para el diálogo. Sí hay voluntad de diálogo. … Si ustedes rechazan el diálogo, pónganlo por escrito. Sólo les digo que el gobernador [Julio César Ruiz Ferro] les ha dado un voto de confianza. Les ha abierto una puerta. Deben platicar con Paz y Justicia.” Las palabras del coronel Díaz sonaban mal. La fórmula de “sólo les digo” estaba articulada como amenaza. El coronel venía de fustigar a los perredistas como los únicos culpables del conflicto.

De acuerdo a Juan Pedro Viqueira, en la misma época, funcionarios del gobernador Ruiz Ferro promovieron que el presidente constitucional de San Andrés Larráinzar, Diego Pérez Hernández, formase un grupo paramilitar “con los jóvenes más decididos que se oponían al EZLN”. El larrainzero sin embargo, “no [tuvo] la menor intención de poner en práctica tan peligrosos consejos”, y permaneció leal a los complejos acuerdos que priístas y neozapatistas acordaron en aquel municipio tzotzil. [Liga 3.] Otros se dejaron llevar por la propuesta. Entre los cholob, Samuel Sánchez y Diego Vázquez. En Chenalhó, los asesinos de Acteal.

Finalmente, se pactaría el retorno de los desplazados de Masojá Jolnixtié. Se logró que el Ejército entregase vigas y planchas de madera. Sedesol federal aportó láminas para tejados. Los desplazados aceptaron estos bienes a condición de que fueran sus delegados los encargados de la distribución a las familias. Con ello se evitaba que el Ejército aprovechase la distribución para hacer campaña psicológica. Los militares no tenían modo de controlar el proceso. La ausencia del traductor en la anécdota que he relatado es sólo un símbolo de esto. Los paramilitares cholob buscaban sus propios objetivos y actuaban conforme a sus propios patrones culturales, que el mando militar no conocía y que, al parecer, no deseaba conocer.

Esto ya lo habíamos notado en el equipo del FrayBa. El 11 de septiembre de 1996, el director general de Gobierno del Estado, Coutiño Farrera, convocó a una negociación entre líderes de Paz y Justicia con los desplazados perredistas. Se llevó a cabo en la cabecera municipal de Tila. El FrayBa acompañó a los desplazados e invitamos a la cineasta Nettie Wild, quien estaba rodando su documental Un lugar llamado Chiapas/A Place Called Chiapas (1998). Los de Paz y Justicia no aceptaban el retorno de los desplazados. Gritaban: “—¡Que el gobierno les entregue tierras en Sinaloa!” Nettie me preguntó que por qué Sinaloa. Atiné a responderle que era el lugar más alejado que imaginaban: “—Si supiesen que la Conchinchina está más lejos, allá los mandarían”. Al final de la reunión, el jefe de Coutiño, Uriel Járquin Gálvez, subsecretario de Gobierno, estalló “—¡Estos chinos están locos!” Nettie me preguntó divertida que si Járquin sí conocía la Conchinchina. Le expliqué que no, que simplemente era racista.

Recuerdo que en aquellos años, por nuestras mentes pasaban imágenes del Aprendiz de Brujo (al que los funcionarios imitaban) y de Sun Tzu (a quien los funcionarios evidentemente no leían). Para 1997, apenas les quedó claro a los campesinos choles de Paz y Justicia que sus enemigos perredistas y neozapatistas no serían exiliados a Sinaloa empezó la desbandada popular en el campo paramilitar. Los campesinos sabían, al menos, tres cosas elementales que los funcionarios contrainsurgentes ignoraban: (1) que, salvo el caso de exterminio, los campesinos están condenados a vivir al lado de sus enemigos; (2) que la fuerza de Paz y Justicia provenía de su alianza con el Estado pero que éste, fuera de la opción del exterminio, no puede transformar las relaciones campesinas de manera absoluta y determinante; y (3) que la fuerza del EZLN, en cambio, provenía de procesos endógenos en las microrregiones y, por lo mismo, sus raíces permanecerían en caso de no ser exterminados.

Desde 1997 varias comunidades cholob abandonaron la organización paramilitar y buscaron hacer la paz con sus vecinos neozapatistas y perredistas. Algunas lo lograron, otras no. De entre los muchos agravios comunitarios y personales que se causan en una guerra civil, algunos son imperdonables; pero la vida en común suele abrir oportunidades de consenso. Un ejemplo: el ejido Emiliano Zapata, situado al norte de Agua Fría. En 1995-1996 era de Paz y Justicia. Solicitó la instalación de una base castrense. Quien entonces era autoridad, una década más tarde, en 2004, explicaría a los militares: “«Solicitamos al Ejército en nuestro ejido, éramos 46 personas de Paz y Justicia. Yo mismo vine a hacerles la casa a ustedes, esa que tienen allí. Trajimos las tablas, las láminas. Tuvimos asambleas con el gobierno en Tuxtla, en Palenque. Ahora, nosotros mismos les decimos que se vayan. No los queremos aquí. Ya no los necesitamos».” En 2004, esos antiguos paramilitares eran parte de una de las organizaciones sucesoras de Paz y Justicia, la Unión Campesina Indígena Agropecuaria y Forestal (UCIAF) pero ahora coincidían con ellos sus vecinos neozapatistas y perredistas. Todos querían la salida de los militares. El 22 de enero de 2004, se manifestaron juntos frente al puesto militar. Para contenerlos, se presentó el nuevo comandante de la Séptima Región Militar (Tuxtla), general Juan Morales Fuentes, quien les explicó: “«Ustedes dicen que si el Ejército se retira la gente va a vivir en paz. No es cierto. Si hay división no es por el Ejército, sino porque hay formas de pensar diferentes entre ustedes».” [Liga 4.]

Dijo bien el general Morales: si hay división es porque hay formas de pensar diferentes en las comunidades humanas. Concluyó mal el general Morales: el Ejército debe permanecer entre las comunidades para asegurar la paz. De hecho, una primera señal de consenso era que en 2004 todas las facciones de Emiliano Zapata y su región exigían la salida de los militares. ¿Cuánto duran estos consensos? No se sabe. Terminarán y las facciones volverán a oponerse unas contra otras. ¿Justifica ello la presencia permanente del Ejército, como sugería el general Morales? No. Si toda división social requiriese para enfrentarla a las fuerzas armadas, estaríamos condenados a una dictadura militar totalitaria.

La democracia inglesa surgió de una enredada cadena de acontecimientos: una sangrienta revolución, una dictadura republicana, una restauración monárquica, otra revolución (pero “gloriosa”), un largo y corrupto gobierno Whig (que Krauze comparaba con el PRI), y mil divisiones durante las revoluciones industrial y liberal. Si los ingleses, con un trono a cuestas y un clima insoportable, lograron eso, los cholob pueden y deben ir encontrando, en su propia praxis como sujetos de la Historia, el modo de tolerarse unos a otros y funcionar dentro de complejidades crecientes. Ya entenderán que, como decía Maquiavelo, la división no es fuente de problemas sino generadora de fortaleza.

Coda biográfica: A Leopoldo Díaz Pérez me lo volví a topar un mes más tarde de los hechos de Jolnixtié Primera, en los pasillos oscuros de la procuraduría general de justicia chiapaneca, fabricando delitos contra un par de jesuitas. De acuerdo a Veledíaz, logró algunas comisiones en Las Cañadas tzeltales que le permitieron llegar al generalato. En 2003 daba clases sobre fuerzas armadas y seguridad pública en las escuelas militares. Entre 2009 y 2011, ya general, era comandante de la 24 Zona Militar (Cuernavaca) cuando personal militar bajo su mando torturó y asesinó al joven Jethro Ramsés Sánchez Santana. En 2013 era procesado penalmente por esos hechos. No he encontrado más. Agradeceré noticias.

agallardof@hotmail.com

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