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Diplomacia múltiple

Federico Anaya Gallardo

El juego de las relaciones internacionales nunca ha sido monopolio de los gobiernos nacionales. No aburriré aquí al lector con la conocida saga de la solidaridad internacional de mujeres y hombres que viajan a los frentes de guerra del mundo para demostrar la congruencia con sus ideas –pero le diré que fueron tanto de izquierdas como de derechas. La diplomacia popular es tan plural como lo son los pueblos. Más bien quiero hablar de un fenómeno relacionado pero poco recordado: la diplomacia o activismo internacionalista de los poderes públicos “no-ejecutivos”. Para acercarnos al tema usaré de nuevo ejemplos de nuestro enojoso vecino, EUA.

En los 1980 el demócrata Tip O’Neill, Speaker de la Cámara de Representantes estadunidense, no sólo fustigó a la Administración Reagan por desobedecer la orden del Congreso de no apoyar a la Contra nicaragüense, sino que desde su puesto parlamentario (el tercero en la sucesión presidencial) estableció relaciones directas con actores públicos y privados en Centroamérica a través de una red de católicos liberacionistas que se extendía por todo el hemisferio. Su activismo preocupó a muchos constitucionalistas en EUA (Liga 1) y aún hoy es tema de controversia. (“Reagan’s Real Catholics vs. Tip O’Neill’s Maryknoll Nuns: Gender, Intra-Catholic Conflict, and the Contras”, Diplomatic History, Junio 2016.) El sucesor de O’Neill, el Speaker demócrata Jim Wright, se entrevistó por su cuenta con el mandatario nicaragüense Daniel Ortega en noviembre de 1987, cuando el sandinista visitó la capital imperial. Eso, al tiempo que Reagan rechazaba recibirlo en la Casa Blanca. Wright fue acusado por los republicanos de violar una ley de 1799 (la Logan Act) que castiga a los estadunidenses que entren en pláticas con potencias extranjeras sin autorización del gobierno federal.

La historia importa. La vieja ley –que sigue vigente– se llama así por un tal George Logan, quien era ciudadano de Pennsylvania, legislador estadual, cuáquero, pacifista y jeffersoniano. Logan logró, por su cuenta, un arreglo de paz entre la Francia revolucionaria y la joven república estadunidense en 1798. O’Neill y Wright en los 1980, del mismo modo que Logan dos siglos antes, buscaban arreglar las relaciones de su república con regímenes revolucionarios sobre la base de que EUA mismo nació de sueños revolucionarios. En esto se manifiesta una conexión cultural mayor, muy relevante si deseamos entender el soft power en las relaciones internacionales contemporáneas. Debemos olvidar la muy simplista oposición entre el “norte protestante” y el “sur católico” que la Academia tradicional nos ha impuesto. El católico irlandés de Boston Tip O’Neill prestaba oídos a las monjas Maryknollas que se habían comprometido con los procesos de liberación en Centroamérica sin traicionar el espíritu original, protestante, de EUA. La “city upon the hill” de John Winthrop, el fundador puritano de Massachusetts, supone la igualdad esencial de todos los humanos. La ciudad que los puritanos construyen en la montaña –nuevo templo de Salomón, ejemplo brillante para todas las naciones– reconstruye la comunidad cristiana original, adonde todos tenían sus bienes en común y adonde nadie se atrevía a decir que sus posesiones era exclusivamente suyas. Esto, para horror de las élites de ayer y hoy, siempre ha sido un ideal común a protestantes y católicos. Cuando en los 1960 la Iglesia latinoamericana optó por los pobres no sólo recibió el apoyo de redes católicas en EUA, sino de múltiples congregaciones protestantes. Jim Wright, el sucesor de O’Neill al frente de la Cámara de Representantes, era un metodista texano defensor de los derechos civiles. No es aventurado señalar que la liga entre Logan, cuáquero de Pennsylvania; O’Neill, católico de Massachusetts y Wright, metodista de Texas tiene una raíz profunda en ese ideal igualitario original.

Hay rastros de ese ideal en el apoyo de O’Neill y Wright a los esfuerzos latinoamericanos por lograr la paz en Centroamérica, primero a través del Grupo Contadora y luego respaldando las negociaciones entre los mandatarios de la región (proceso de Esquipulas). Luego de recibir a Ortega en 1987, Wright explicó a la prensa que Reagan estaba “literalmente aterrorizado de que pueda estallar la paz” y que los líderes centroamericanos preferían sentarse con el Speaker porque tenían “la desafortunada impresión de que el gobierno [reaganiano] los trata como inferiores”. (Liga 2.)

El mar profundo (cultural, ideológico) del que provenía este activismo parlamentario estadunidense en los 1980 siguió allí. Aún sigue. Un ejemplo: en 1997 el FrayBa recibió en Las Casas a un grupo de solidarios menonitas que venían del Este de EUA. Uno de ellos explicó: “—Sabemos que en México hay comunidades menonitas famosas por sus quesos. Nosotros somos de los menonitas que creemos que todos los seres humanos deben poder comer queso –y todo lo que Dios ha dado la humanidad.” Otro ejemplo: desde 1932 y hasta la fecha, el Centro Highlander de Tennessee apoya la organización de base (grassroots) desde una perspectiva multicultural, ecuménica y profundamente revolucionaria. Highlander fue fundado inter alia por Myles Horton (1905-1990), un presbiteriano socialista comprometido con el sindicalismo, la integración racial y los derechos civiles. (Liga 3.) Highlander, por otra parte, es sólo un nodo de una red de organizaciones y activistas muy diversa… y que se conecta con las redes populares de Nuestra América. Horton, por ejemplo, entabló un diálogo popular norte-sur con Paulo Freire. Si seguimos otros nodos de la red, tropezaremos con Latinoamérica. La red de solidaridad cuáquera, el American Friends Service Committee trabajó por años con María Jiménez, la gran activista migrante mexicana que acaba de morir en Texas. Jiménez conectó las redes estadunidenses de trabajo popular con el movimiento migrante de México y Centroamérica. Sus amigos y amigas continúan la lucha a ambos lados de todas las fronteras –jugando al mismo tiempo en la política de cada Estado-nación y en las relaciones internacionales. (Liga 4.)

Es desde esa red compleja y popular que la solidaridad de las y los ciudadanos estadunidenses con Latinoamérica ha podido florecer con más vigor. Pongo un último ejemplo: durante mi estancia en Washington (1991-1995) tuve oportunidad de conocer la Nicaragua Solidarity Network (NicaNet), una organización no gubernamental que asegura el flujo de información seria entre los EUA y Nicaragua. (Liga 5.) Hoy en día, NicaNet se ha fusionado en la Alliance for Global Justice (AFGJ, Liga 6). Sus oficinas se localizaban en uno de los barrios populares de DC, al Este del Capitolio. Allí encontré este póster: “Estos sí pasarán”, anunciando un documental corto de 1984, dirigido por Rossana Lacayo y producido por el Instituto Nicaragüense de Cine (Incine) con apoyo del Instituto Cubano de Arte y Ciencia Cinematográficos (ICAIC).

El cartel mismo cuenta una historia relevante. El título del filme rememoraba la consigna madrileña de 1936 (“¡No pasarán!”), cuando las izquierdas del mundo luchaban contra los fascistas alzados contra la República española. Desde esa base, se indicaba que había otras personas que sí debían pasar. Lacayo estaba en una posición personal inmejorable para entender la necesidad de hermanar la Revolución latinoamericana con las redes progresistas de los países centrales. Había nacido en 1956 en Nicaragua pero estudió en EUA. Su preparatoria en Virginia y la universidad en Carolina del Norte (Duke University). Regresó a Nicaragua luego de El Triunfo y se enlistó como reportera en el Ministerio de Cultura. Fue enviada a cubrir la Revolución en El Salvador adonde casi pierde la vida. Su documental de 1984 fue seleccionado para participar en la premiación de los Óscares de 1985, pero por razones políticas se tomó la decisión de no llenar la documentación. La selección demostraba el interés que la Nicaragua sandinista levantaba entre intelectuales y audiencias cinematográficas. La decisión de no entrar a la contienda, el rechazo sandinista a instituciones culturales dominadas por el mercado en la República Imperial. (Tania Romero, “Cine «a lo zurdo» en Nicaragua,” en ArtCultura, enero-junio 2015.) En lo que a mí me interesa, el afiche y su caso demuestran la existencia de dos cosas: La primera, una arena política hemisférica; la segunda, la existencia de una diplomacia popular que forma el escenario y “acuerpa” tanto la diplomacia de los Estados (que administran las cancillerías) como las otras diplomacias estatales (como la que practicaron en la crisis centroamericana los parlamentarios estadunidenses).

Durante la crisis centroamericana de finales del siglo pasado, los actores parlamentarios en la capital imperial (O’Neill, Wright y otros) reconocían no sólo la existencia de un escenario geopolítico mayor a los EUA y la presión de las organizaciones estadunidenses que hacían diplomacia popular a favor de la paz en la región. Sus votantes y las redes progresistas al sur y al norte del Río Bravo, reconocieron lo mismo y actuaron en consecuencia. Pero estos actores grassroots y parlamentarios también reconocieron la agencia regional de los Estados latinoamericanos. En 1983, cuatro países vecinos de Centroamérica (Panamá, Colombia, Venezuela y México) crearon un espacio de concertación para facilitar el diálogo y lograr la paz en la región. Se llamó Grupo Contadora y México haría bien en recordar su saga para guiarse en estos tiempos que de nuevo son turbulentos e interesantes.

agallardof@hotmail.com

Ligas usadas en este artículo:

Liga 1:
https://www.nytimes.com/1984/09/12/us/the-speaker-and-his-sources-on-latin-america.html

Liga 2:
https://www.washingtonpost.com/politics/jim-wright-texas-democrat-who-was-speaker-of-the-house-dies-at-92/2015/05/06/2b5d116c-f406-11e4-bcc4-e8141e5eb0c9_story.html

Liga 3:
https://highlandercenter.org

Liga 4:
https://peaceworks.afsc.org/welcoming-stranger

Liga 5:
http://www.nicanet.org/about-nicanet.php

Liga 6:
https://afgj.org/